Hay muchos tipos de experiencias paranormales que pueden llegar a ser perturbadoras e, incluso, que se pueda temer por la integridad de la persona, en otras los protagonistas son niños.
Poltergeist en Los Bermejales
Mi testigo me decía: “mi nombre es José Luis, soy natural de Sevilla y es un placer contactar contigo. Vivo en Los Bermejales. Nunca he sido nada de creyente sobre asuntos de misterio, pero jamás me reí de nadie que haya contado situaciones de este tipo, excepto de fantasmas mortales que en todas las pandillas existen”.
“Empecé a escuchar tus podcast hace poco por casualidad. He visto programas relativos a lo tuyo, pero siempre me generaron más rechazo que acercamiento por la manera de vender las cosas. Cuando empecé a escucharte, aparte de lo bien que cuentas las cosas, me llamó la atención que siempre te refieres a estos asuntos como paranormales, misteriosos o que no tiene base científica, cosa por la que empecé a confiar en que podrían ser ciertos varios asuntos”.
“Te escribo sin intención de molestarte ni hacerte perder el tiempo. Quería comentarte dos casos que me han ocurrido, y que del segundo, si tuvieras el tiempo y la amabilidad, pudieras darme tu opinión”.
Con esa confianza pues se entabló conversación en la que me narró su experiencia: “lo primero ocurrió hace unos cuatro o cinco años en casa de un conocido de un amigo. Decidimos ir a su casa a tomar unas copas y ellos, de paso, jugar a los videojuegos. Al entrar en el piso escuchamos golpes en la pared, cosa que llamó mi atención. Automáticamente el dueño de la vivienda nos comentó que a su padre no le gustan las visitas, a lo que respondí que en ese caso nos fuéramos, que ya habría tiempo de molestar. Él me contestó que su padre falleció hace años. Invadió mi mente que la tarde sería «movidita» por una broma preparada entre todos y dirigida hacia mí”.
“Los golpes continuaron durante la tarde, y ya curioso, sin miedo ninguno, le pregunté si estaban de broma; el dueño de la vivienda me dijo que no, en un tono que me resultó bastante creíble. Cabe añadir que los otros dos amigos que estaban en la vivienda comenzaron a sentirse nerviosos con los golpes en la pared. Yo ese día no decidí tomar copas y me compré un par de litronas de cerveza. Cuando se iba a acabar la primera fui a la cocina a por la segunda, que aguardaba en la nevera. La llevé al salón donde estábamos y la deposité sobre una mesa de apoyo junto a la que estábamos sentados. Al cabo de pocos segundos la chapa de la botella saltó por los aires, y la botella estaba a un metro. Nos llevamos un susto. Recogí la chapa del suelo la cual estaba intacta. El dueño de la casa nos dijo con cara de varias advertencias: «Ya os lo dije, mi padre». Seguí ajeno ante estos dos casos, aunque no te puedo negar que tenía la mosca detrás de la oreja”.
“Dejaron el video juego y nos dispusimos a charlar en torno a una mesa redonda. Sobre ella colgaba una lámpara de lágrimas de cristal. De repente, sobre el cristal de la mesa cae un objeto que hace un fuerte ruido. Nos volvimos a asustar. Era la mitad de una lágrima de la lámpara. Busqué si era la parte que tenía los corchetes de unión, pero no. La gota de cristal tenía un corte perfecto, sin rasguños, sin los bordes blancos o desgastados. También busqué si las partes por las que se unía la gota tuvieran restos de pegamento o algo que me pudiera dar una respuesta lógica. Al final mis amigos se pusieron nerviosos y nos pidieron al dueño del piso y a mí que nos fuéramos rápido”.
Como el tantas otras ocasiones el miedo fue lo que silenció este caso: “nunca conté este asunto hasta hace poco tiempo, por miedo a bromas o contestaciones de mal gusto”.
Ejemplo de casa encantado donde, a sabiendas, se sigue viviendo “porque no hay más remedio” y por que, dentro de la forma de ser de cada persona, se acaba acostumbrando a este tipo de fenómenos allá donde muchos otros lo encontrarían inconcebible.