LA MAGNA HISTORIA DEL MONASTERIO DE SAN ISIDORO DEL CAMPO
Por: Jose Manuel García Bautista
Visitamos el majestuoso Monasterio de San Isidoro del Campo, situado en el municipio de Santiponce, provincia de Sevilla, cerca de las ruinas de Itálica y lo primero que nos sorprende , es conocer que fue el primer monumento en conseguir el título de Conjunto Histórico-Artístico de interés nacional, de la provincia de Sevilla, hecho que sucedió el día 10 de abril de 1872.
San Isidoro tiene una gran importan en la restauración eclesiástica, entre los años 1258 y 1287 y sus reliquias tienen fama de ser muy milagreras. Fue fundado por Alonso Pérez de Guzmán, conocido como “el Bueno” un noble español al que se considera creador de la Casa de Medina-Sidonia y su mujer Doña María Alonso Coronel, para sepulcro de sus cuerpos y como testimonio de su piedad, a partir de un privilegio concedido en 1298 por Fernando IV, rey de Castilla. La edificación tuvo lugar sobre una ermita mozárabe, que según la tradición fue donde estuvo enterrado San Isidoro, hasta su descubrimiento y traslado a la Colegiata de León. Justamente en ese lugar cuenta la leyenda que bajo el antiguo templo mozárabe, estaba enterrado el cuerpo de San Jerónimo. Encima de lo que fue este templo se construyó la primera parroquia. Resulta muy curioso para el visitante, comprobar que junto a la primera iglesia, pared con pared, se construyó un segundo templo, siendo ambos conocidos como “Las iglesias gemelas”. El porqué de esta segunda construcción tiene varias explicaciones, aunque quizás la buena nos la da Barranastes; “Es porque cuando se instituyo y fundo aquel monasterio Alonso Pérez de Guzmán dejo mandato a su hijo que no se enterrase él ni ninguno de sus descendientes en aquella capilla donde él se avía de enterrar, sino que hiciesen nuevos enterramientos, hizo el Juan Alonso de Guzmán para su enterramiento donde algunos años otra iglesia junto a aquella con un arco hueco”.
El 14 de febrero de 1301, se fundaba este monasterio con 40 monjes cistercienses, que permanecieron en él hasta 1431 y constituyó el monasterio cisterciense más meridional de toda Europa. Su fundador, Guzmán el Bueno, dejó bien claro algunos aspectos de cómo los monjes debían de respetar el patrimonio y dispuso que “desde el coro al altar mayor, para enterramiento propio y de su linaje, con la obligación de que los monjes diesen cada día diez misas, una de ellas cantada, por nuestras animas y en remisión de nuestros pecados, así como dos aniversarios por el alma de los fundadores y que la carta fundacional se incorporase a la regla del monasterio y se leyese en el cabildo dos veces al año”.
Los primeros monjes procedían del monasterio cisterciense de San Pedro de Gumiel de Hizán, Burgos y del de Aranda de Duero. Tras la muerte de Guzmán el Bueno, sus restos fueron sepultados en el monasterio. Cuando se cumplieron 300 años de la muerte de este valeroso militar, se procedió a instalar una inscripción, que dice así:
“Aquí yace don Alonso Pérez de Guzmán el bueno que dios perdone, que fue bienaventurado y que dudo de servir a Dios y a los Reyes, y fue con el muy noble Rey Don Fernando en la cerca de Algeciras y estando el Rey en esta cerca fue en ganar Gibraltar, y después que la ganó, entró en cabalgada en la sierra de Gaucín y ovo y fazienda con los moros y mataronlo en ella viernes 19 septiembre, era de mil trescientos cuarenta y siete, que fue año del señor de mil trescientos nueve”.
Sobre el año 1397, y tras un fallido intento por parte de los monjes Cistercienses de encabezar una reforma de la Iglesia, que propició su huida, en la que tuvo mucho que ver las lecturas de libros prohibidos por la Santa Inquisición, decide Don Enrique, hijo de Guzmán el Bueno, acoger a los Jerónimos de Fray Lope de Olmedo. A mediados del siglo XVI se desarrolló en él uno de los primeros focos protestantes en España, ya que en su interior se leyeron y tradujeron al castellano, libros prohibidos por la Inquisición.
El monasterio en esta época sigue ampliándose, y se le añade una torre y varios claustros, así como hospedería e instalaciones agropecuarias que pretendían darle cierto carácter de autosuficiencia.
Sus propiedades incluían el propio pueblo de Santiponce, originalmente junto a la orilla del Guadalquivir, hasta que en 1603, fue destruido por una riada y sus habitantes fueron amparados por los monjes. El prior del Monasterio dio a los habitantes del antiguo pueblo nuevas tierras más altas sobre la ciudad romana de Itálica, dando lugar al actual Santiponce.
En 1557 el monasterio de San Isidoro del Campo, se convirtió en símbolo de vergüenza para toda la orden religiosa, puesto que de él, huyeron hacia la luterana Ginebra una docena de monjes, culpados por protestantismo por la Santa Inquisición. Sus nombres son: Fray Francisco de Fría, prior que fue en aquel monasterio, fray Pablo, procurador, fray Antonio del Corro, fray Peregrina de Paz, prior que fue en Écija, fray Casiodoro, fray Joan de Molina, fray Miquel Carpintero, fray Alonso Bautista, fray Lope Cortés, y fray Juan de León, quien fue capturado y desterrado a España años más tarde. Entre los fugados hay que destacar a Casiodoro de Reina, autor de la primera edición de la Biblia del Oso, nombre que se le dio por aparecer en la página del título, un oso comiendo miel de un panal, publicada en Basilea en 1559. Esto hace que el Monasterio sea más conocido fuera que dentro de nuestras fronteras, y es lugar de peregrinación para los evangelistas de todo el mundo. Tan importante es para ellos este recinto, que en época reciente llegaron a comprar parte del edificio.
Otros no tuvieron la misma suerte de escapar, como hicieron los doce citados antes, como Juan Ponce, un noble sevillano amigo de los monjes del monasterio. Fue apresado el año 1557 en la ciudad de Écija, cuando estaba preparando su huida. Fue acusado de encabezar la avanzadilla protestante del monasterio. Lo condenaron a muerte y más tarde fue quemado en la hoguera.
Sobre los libros protestantes que manejaban los mojes del monasterio, nos habla Fray Antonio del Corro en sus escritos y paradójicamente, apunta que muchos de estos libros prohibidos, los sacó de los mismísimos archivos oficiales de la Inquisición, siendo los propios inquisidores, a cambio de donativos y agasajos, quienes se los facilitaron.
Muy interesante y digno de mencionar en esta guía secreta, son las historias de otras personas, que por traer libros al monasterio fueron procesados, pero no quemados. Como Fray Domingo de Guzmán, procesado en 1563 por encubrir a personas que simpatizaban con las ideas luteranas y por haber traído de Flandes misteriosos libros heréticos. A Fray Domingo, se le aplicó un correctivo ligero de penitencia. Cuentan los historiadores que se libró de la hoguera debido a la gran influencia de su familia dentro de la cuna inquisitorial.
Aunque el más fabuloso de los porteadores de libros vedados, y también uno de los más desdichados, fue Julián Hernández, más conocido como “Julianillo”. En julio de 1557 fue apresado por la inquisición y se le incautaron dos barriles de cerveza, llenos de libros de la más colérica literatura anticatólica. Al pobre lo torturaron y cantó todo lo que sabía, de donde venían y a quien iban dirigidos los libros. Con la gran “bondad” que caracterizaba a la inquisición, lo quemaron en la hoguera. Pero quizás, lo más importante, históricamente, de este personaje fue que, junto a los libros incautados, encontraron unas cartas de los monjes huidos. Dichas cartas fueron las impulsoras de, aproximadamente, diez años de persecuciones y Autos de Fe por la acción de la Inquisición, contra el movimiento emergente luterano.
Sobre la decoración inicial de este Monasterio-Fortaleza, poco podemos decir, ya que la arquitectura de la Orden del Cister, precisamente, llama la atención por su austeridad, tal como marcaban estas reglas: “Prohibimos que sean hechas esculturas o pinturas en nuestras iglesias o dependencias monasteriales: porque mientras que se presta atención a tales cosas, se descuida el provecho de una buena meditación o la disciplina de la serenidad religiosa. No obstante tenemos cruces de madera”
“Las letras deben ser de un solo color y sin pintar. Los cristales deben ser blancos y sin cruces ni pinturas”.
El monasterio de San Isidoro en tiempo de los Cistercienses estaba en su totalidad pintado en blanco, con una única cruz de madera.
Los restos mortales de San Isidoro de Sevilla se encuentran actualmente en la Basílica de San Isidoro de León, donde fueron trasladados en 1063, tras su descubrimiento. El hecho de llevarlos a León se debe, a que fue el monarca leonés Fernando I quien obtuvo las reliquias, del rey de la taifa de Sevilla, al-Mutamid, tributario suyo (que más tarde llamaría a la península a los almorávides, los cuales se anexionaron su reino). Existen también algunas reliquias suyas en la Catedral de Murcia.
Fue canonizado en 1598, y en 1722 el papa Inocencio XIII lo declaró doctor de la Iglesia. Recientemente ha sido declarado Patrón de Internet.
Según cuenta la leyenda, en 1063 Fernando I guerreó por tierras de Badajoz y Sevilla, e hizo tributario suyo al rey taifa de Sevilla. De él consigue la entrega de las reliquias de Santa Justa, pero cuando su embajada llega a Sevilla a recogerlas, no las encuentra. Sin embargo, una vez en Sevilla, el obispo de León, miembro de la embajada, tiene una visión mientras duerme, gracias a lo cual encuentran milagrosamente las reliquias de San Isidoro, en el solar donde después se construyó este monasterio, en el que había existido un colegio o convento, fundado por San Isidoro. El retorno se hace por la Vía de la Plata. Cerca ya de León, la embajada se interna en tierras pantanosas, sin que los caballos puedan avanzar. Al taparles los ojos a los caballos, éstos salen adelante dirigiéndose hacia la recién construida iglesia de los Santos Juan y Pelayo, que desde entonces se llamará de San Isidoro, en la que, hasta el día de hoy, reposan sus reliquias.
La estatua que preside la escalinata de acceso a la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, representa precisamente a San Isidoro de Sevilla y está realizada por el escultor José Alcoverro.
Son muchas las riquezas e historias que tienen cabida dentro de este histórico monasterio. Antes de entrar por la puerta principal el visitante tiene que pasar por un antiguo cementerio, el del monasterio, en el que recibían sepultura los monjes que fallecían, hoy convertido en el denominado “Patio de los Naranjos”, y en el que, actualmente, muchos recién casados posan para su reportaje de boda, ignorando que están realmente en un cementerio. Frente al patio, y en la misma pared de la entrada, vemos dos antiguas puertas cegadas, una “La Puerta de los Pies” que sirvió de acceso al monasterio para los conversos, la otra “La Puerta de los Muertos”, llamada así porque era la que comunicaba el monasterio con el cementerio. Esta pequeña Portada de los Muertos se cerró para siempre en el siglo XV, al quedar sin uso el cementerio, ya que a partir de 1436 los cistercienses serán sustituidos por los jerónimos y los “isidros” y estos se hicieron enterrar en el claustro monacal.
El Claustro de los Muertos, El Coro, El Refectorio. La Sacristía, La Sala Capitular, Capilla del Reservado, Los Presbiterios, son lugares mágicos y con muchas historias y leyendas por descubrir. Mensajes ocultos, como el que aparece en las paredes del Patio de los Evangelistas, donde un caldero y un calamar esconden un mensaje cifrado de amor. Vamos a descifrar este peculiar mensaje; El Caldero, es el símbolo del apellido de la familia Guzmán y si calamar lo convertimos al latín, se obtiene “Calamarus”.Veamos que tenemos: Guzmán Calamarus. Calamarus lo dividimos en dos palabras, quedando “Cal Amarus”. Y el resultado es Guzmán cal amarus, o lo que es lo mismo, Guzmán necesita amarte. Precioso mensaje ¿Verdad?
El monasterio es un lugar digno de visitar no solo por su historia protestante, o la historia de su valeroso fundador. Sino también porque es un lugar, donde cada piedra y cada rincón esconden una bella historia de amor.
Durante el siglo XIX se produjeron en el monasterio dos exclaustraciones: la primera con la invasión napoleónica y la segunda con la desamortización de Mendizábal en 1835. Después de estas etapas, el monasterio se convirtió en cárcel de mujeres y posteriormente fue dedicado a elaboración de tabaco y luego a fábrica de cerveza. A la postre acabó vendiéndose parte del inmueble y revirtiendo finalmente en 1880 al Duque de Medina Sidonia.
En 1956 vuelven los Jerónimos quienes permanecen hasta 1978, año en el que lo abandonan definitivamente.
El espacio monumental del monasterio ocupa más de 30.000 m ², y para adaptarlo como espacio cultural y de visita, se han llevado reformas que han durado más de doce años. Estas reformas han recuperado para el visitante la zona más monumental, que le permitirá ver en casi todo su esplendor un lugar apenas conocido, incluso por los propios andaluces. Observaremos que se han restaurado la gran mayoría de las pinturas murales, así como el mobiliario. Sobresale el retablo que Martínez Montañés esculpiera con los relieves del Nacimiento y la Adoración de los Pastores.