Hace ya un tiempo que se demolió el viejo edificio del Centro Residencial de Personas Mayores de Montequinto, en Dos Hermanas, un edificio que llevaba mucho tiempo abandonado y que era lugar de reunión de jóvenes que hacían botellonas, fiestas «raver» o entraban a hacer urbex o intentar captar lo desconocido, lo misterioso, en su interior.

Se encontraba en la calle Fernando Magallanes y tu propiedad era de la Tesorería General de la Seguridad Sociales siendo una obra del Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales, en 1984 se traspasaron sus funciones a los servicios del Instituto Nacional de Servicios Sociales de la Seguridad Social en Andalucía. El edificio se encontraba en estado de abandono y muy deteriorado por problemas estructurales, reformarlo era muy costoso y se procedió a su desmantelamiento.

En 2018 se trasladaron a los residentes que estaban en este geriátrico, teniendo nuevo centro en Huerta Palacios en Dos Hermanas.

En este edificio se tuvo que lamentar la muerte de un joven de 16 años cuando el 15 de junio de 2020 cayó por el hueco del ascensor, no era la primera vez que ocurría y ya se habían lamentado otros dos incidentes de accidentes en su interior (aunque sin resultado de muerte). Además el edificio era un foco de inseguridad pues a su interior accedían indigentes y toxicómanos.

Pero dentro ocurrieron otros hechos inquietantes que, principalmente ocurrieron a personas que entraban a «curiosear» o hacer urbex. Así nos encontramos a Juanma López, aficionado a la fotografía en lugares abandonados que me decía: «Me habían dicho que había un sitio muy bueno en Montequinto para hacer fotos y me acerqué. No me costó trabajo encontrarlo, está al lado del canal. Aparqué y entré por un agujero y, la verdad, es que hice unas fotos muy buenas. Entre en otras habitaciones y fotografié los pasillo solos y fue entonces cuando me pasó algo muy raro. Estando allí sentí ruido en la zona que iba dejando atrás, me volví y vi a un señor mayor, en batín, de cuadritos azules y morados, y todos blancos. Me extrañó mucho, lo vi como te veo a ti. Le dije: «¿Pero hombre, que hace aquí? Se va a matar» y el hombre me dijo: «Esta es mi casa» y desapareció. Mira, me dio tal impresión que salí de allí cuanto antes. Imagínate ver como «alguien» desaparece ante tus ojos, delante de ti» decía Juanma.

Pero no sólo le ocurrió eso: «Cuando llegué al coche se me salía el corazón por la boca, fue entonces cuando quise mirar las fotografías que había hecho y no salió nada. Lo revisé y nada. Al llegar a casa cogí la tarjeta y la traté de volcar en el ordenador. Fue para nada, me decía que estaba dañada. No volví a repetir experiencia. Además me sentía como acompañado todo el tiempo, como si alguien estuviera tras de mí» concluía.

El edificio también era objeto de jóvenes que entraban a curiosear. Debido al trágico suceso de 2020 tuve la oportunidad de conocer este sitio -en el que no había estado nunca- y hablar con los jóvenes de la zona que me decían: «Si, es un sitio al que se suele ir para echar el rato, tomar unas cervezas o hacer botellona. Algunos dicen que hay fantasmas pero a nosotros nunca nos pasó nada. Hay que tener cuidado, sobre todo porque hay zonas que están mal y si no las conoces puedes tener un disgusto».

Al respecto de los posibles hechos paranormales Miguel Ángel Paredes, investigador local, me decía: «En este sitio decían que pasaban cosas raras, que se veían formas extrañas que se paseaban por los pasillos. Yo no tuve la ocasión de entrar nunca pero si en la Pablo Olavide donde también suceden hechos extraños».

Antonio Ríos, aficionado al misterio, residente en Montequinto, me decía: «Yo iba al sitio mucho, estaba cerca de casa, hacía allí mis experiencias de psicofonías. Hasta un día que estando dentro sentí unos pasos, yo tenía una grabadora puesta y un detector de presencias baratito. Aquello se puso a pitar y entonces vi la silueta de «algo» que se paseaba por el pasillo. Le grite para ver quién era y, en ese momento, la grabadora salió disparada como si le hubieran dado una patada. Me entró de todo por el cuerpo. Cogí el detector y la grabadora que no ha vuelto a funcionar jamás. Allí pasaba de todo, desde gente de mala vida que entraba hasta chavales a «sus cosas» o este tipo de hechos extraños que, la verdad, poca gente del mundo de la investigación paranormal se vio por aquí» finalizaba.

Hechos extraños en un edificio donde el peligro era constante y que se acabó demoliendo para ser hoy un trágico recuerdo.