MISTERIOS COMPOSTELANOS
Por: Jose Manuel García Bautista
El número de la Catedral de Santiago de Compostela
Si un número está relacionado con la catedral compostelana ese es, sin duda, el número 9, el número que nos indica “el trabajo acabado, el objetivo concluido”. Pero si nos detenemos a observar detenidamente la Catedral veremos que tanto en esta como en los edificios anexados esa relación entre estos y el número 9 se repite.
La basílica tiene nueve naves y están separadas por sesenta y tres (63 = 6 + 3 = 9) pilares y columnas.
Hay en la Catedral otras sesenta y tres vidrieras que iluminan las nueve naves.
Antes de la reforma que se comete en la Catedral existían nueve capillas absidiales.
La parte del coro tendría setenta y dos (72 = 7 + 2 = 9) sitiales para canónigos y catedralicios.
Que el número nueve se repita una y otra vez en la Catedral no es motivo casual y si realizado a propósito, el nueve es ese número que nos indica el trabajo concluido pero también la perfección. Así se ha encontrado en el Códice Calixtino mucho indicios de otros símbolos que deberían haber sido grabados y realizados pero que, finalmente, no se practicaron.
Las reliquias compostelanas
Dentro de la Catedral de Compostela nos encontramos con un lugar muy especial, es la llamada capilla de las Reliquias.
En 1955 se encontró el cuerpo y sepulcro del obispo Teodomiro, quién encontró –a indicación del eremita Pelayo- el presunto cuerpo del Apóstol Santiago. A la derecha encontramos otras ciento cuarenta reliquias y cuerpos de otros santos como Cucufate, Fructuoso, Susana y Silvestre, aunque los restos de estos últimos fueron reclamados por Portugal en 1992 y fue en 1994 cuando se devolvieron. Igualmente Fructuoso hizo lo propio con anterioridad, en 1966.
Destacable también la identificación del cuerpo del Apóstol Santiago, si bien ofrece más dudas creyéndose que también pudieran tratarse de los restos de Prisciliano.
El peregrino a Compostela
Es el que tiene fe el que emprende el viaje, un viaje de autoconocimiento, soledad y oración. El camino es realizado por miles de peregrinos que cumplen promesa o buscan en su interior. Pero el peregrino cumple una serie de condicionantes por los que son identificados.
Calzan botas fuertes y resistentes que aguanten el amplio camino por recorrer, abrigo que lo protege del frío y sombrero que lo resguarde del sol y la lluvia; también destaca el denominado morral y el bordón característicos; igualmente la calabaza colgada y que tiene como misión guardar agua o vino; finalmente un elemento imprescindible y característico: la concha o vieira.
Antes de comenzar el camino el peregrino ha de confesarse entregando al sacerdote lo hábitos que se llevarán de peregrinación que serán bendecidos; igualmente se le da el cordón y el documento que le acreditan como peregrino donde figuraba su identidad, parroquia, origen, destino…
Al llegar a Compostela el peregrino se aseaban en Lavacolla y ascienden por el Monte del Gozo o Monte do Gozo desde donde divisaban la Catedral. Al llegar a la ciudad pedían el certificado de haber cumplido con su peregrinación, siendo el mínimo requerido de haber caminado durante cien kilómetros a pie.
Compostela también era denominada como Campo de la Estrella y es tradicional abrazar por la espalda la figura del Apóstol y su esclavina de plata. En la Puerta Santa nos “recibirá” las estatuas del Apóstol Santiago y de Atanasio y Teodoro, sus dos discípulos.